La adolescencia es una etapa muy complicada en la vida de nuestros hijos, tanto por los múltiples cambios que genera en ellos mismos y en su entorno, como por la continua sensación de incomprensión que sienten con respecto a los adultos que les rodean. Esos adolescentes rebeldes están, en muchos casos, pasando por un periodo en el que se lo cuestionan todo, mientras construyen al mismo tiempo su propia identidad.

La rebeldía es una característica típica de la adolescencia, pero como en todo existen límites que no debemos permitir que se sobrepasen. Que durante esta etapa nuestros hijos se muestren más desobedientes y revoltosos es normal, por lo que al hablar de adolescentes rebeldes muchas veces los progenitores tienden a minimizar ciertos comportamientos. Sin embargo, es importante diferenciar entre reacciones lógicas de este periodo vital, y actitudes que deben estudiarse más a fondo para evitar que escalen a situaciones indeseadas.

 

¿Por qué los adolescentes se muestran rebeldes?

Como decíamos antes, la rebeldía es una actitud muy ligada a la adolescencia, si bien es cierto que no se da en igual grado en todos los jóvenes. Existen diferentes motivos que provocan desobediencia o indisciplina en los adolescentes, relacionados tanto con causas físicas como psicológicas.

Para empezar, los adolescentes se encuentran en un proceso de experimentación y cambio constante, durante el cual buscan nuevas sensaciones para reafirmar su propia identidad. Esto choca a menudo con la visión de la vida que tenemos los adultos, y con las limitaciones y normas que hemos aprendido y con las que convivimos.

Por otro lado, muchas veces al hablar de adolescentes rebeldes se destaca su dificultad para controlar sus emociones. Los jóvenes tienen una percepción distinta del tiempo y son más impulsivos, y esto les lleva a reaccionar de manera normalmente más enérgica ante lo que consideran injusto o desproporcionado.

Otro rasgo característico de la adolescencia, que justifica en buena parte la rebeldía de este periodo vital, es que los jóvenes se sienten invulnerables: no se plantean la muerte, ni siquiera la enfermedad, y esto les lleva a asumir riesgos que para los adultos, especialmente si son su padres, resultan inasumibles.

Tampoco debemos olvidar que durante la adolescencia el joven siente más apego a su grupo de iguales que a su propia familia. Muchos padres y madres no entienden como su hijo, que hasta hace dos días sólo pasaba tiempo con ellos, de repente rechaza su compañía en favor de la de chicos y chicas a los que acaba de conocer. En estos casos, la actitud de rebeldía se percibe más cuando no nos gustan estas compañías, siendo una situación que hay que tratar con delicadeza.

En el fondo, todas estas circunstancias son características de la adolescencia que debemos conocer: rasgos que definen un nuevo proceso vital para nuestros hijos. De ahí que una de las primeras cosas que hacemos en Adinfa sea explicar a padres y madres cómo funciona la psicología del adolescente, con objeto de que puedan entender mejor al joven que tienen en casa.

 

¿Cómo tratar a los adolescentes rebeldes?

El ejercicio de comprensión del que hablamos antes es importante, pero también lo es saber cómo podemos actuar cuando sentimos que la rebeldía de nuestro hijo cruza la línea que separa una situación normal de lo que puede ser peligroso para la convivencia familiar.

En estos casos, nuestro primer consejo es esforzarnos por mantener abierta la comunicación con el adolescente. Sabemos que no es fácil, porque hay momentos en los que los padres sencillamente no saben cómo actuar: a su hijo parece que le molesta todo, y no encuentran la forma de iniciar una conversación tranquila. Es importante entender que esta comunicación es más bien un proceso de escucha activa: debemos mostrar interés y respeto por lo que nos cuenten, evitando juzgarles y siendo empáticos y respetuosos. No se trata tanto de oír lo que nos tienen que contar para rápidamente darles una solución, como de reforzar su autoestima y confianza demostrándoles que les comprendemos y que estamos ahí para cuando nos necesiten.

Como no nos cansamos de repetir en Adinfa, esta comunicación con el adolescente siempre debe ir acompañada del establecimiento de normas y límites en su educación. Un hogar familiar con normas ayuda a construir un entorno sano, equilibrado y seguro para nuestros hijos, donde existe el respeto hacia los demás y se construye en común.

Por supuesto, fijar límites a ciertos comportamientos y actitudes debe ir vinculado a consecuencias si se incumplen, y en la aplicación de las mismas se debe ser sensato pero también inflexible, puesto que está en juego que el adolescente perciba a sus progenitores como las figuras de autoridad que deben ser en su vida.

No obstante, tratar a adolescentes rebeldes no debe convertirse en la aplicación continuada de castigos, sino que es más importante intentar focalizarnos en el refuerzo de sus buenas conductas. Y esto debe ir más allá de regalos materiales puntuales, por ejemplo, ante la finalización del curso con buenas notas, o cuando se ha colaborado durante cierto tiempo en tareas domésticas. El refuerzo de conductas positivas requiere gestos y palabras de ánimo y orgullo ante situaciones más cotidianas, puesto que esto cala en nuestros hijos de formas que no vemos, pero que ellos sienten plenamente.

Otro punto que desde Adinfa nos esforzamos en transmitir a padres y madres es la importancia de desvincular nuestros deseos y sueños de los de nuestros hijos. Todo el mundo tiene la sensación de haber podido hacer cosas diferentes en ciertos momentos de su vida, de metas que se quedaron sin alcanzar, de decisiones que ahora se ven con otros ojos… Sin embargo, es un error intentar revivir nuestra historia personal a través de nuestros hijos. Demasiado a menudo, la relación familiar se resiente porque el joven se siente obligado a continuar los pasos de sus padres a pesar de no querer hacerlo. Debemos asumir y apoyar su independencia, sin trasladarles la presión de hacer ciertas cosas a nuestra manera.

De manera similar a esto, también es importante evitar las comparaciones con otros miembros de la familia o con amigos y conocidos cercanos. Expresiones como “pues tu primo tal siempre ayuda en casa” o “tu amigo cual las ha aprobado todas” sólo sirven para reforzar el comportamiento desafiante de los adolescentes rebeldes, y pocas veces ayudan a cambiar su actitud. En su lugar, debemos ayudarles a seguir su propio camino y estimularles a mejorar por sí mismos, sin comparaciones que acabarán por considerar odiosas.

Por último, conviene tener en cuenta una realidad que a muchos padres y madres les resulta dolorosa, pero que debe ser aceptada tal y como es: nuestros hijos no son perfectos, como tampoco lo somos nosotros. Y nuestro trabajo no es intentar “perfeccionarlos”, sino aceptarlos tal y como son, guiarlos a través del amor, la educación en valores y las normas, para que se desarrollen como personas sanas, maduras y con confianza, lo que implica precisamente que sean conscientes de sus propias debilidades.

 

¿Cuándo es necesaria ayuda profesional para tratar adolescentes rebeldes?

Aunque los consejos anteriores ayudan a mejorar la relación entre padres y adolescentes rebeldes, tristemente no todos los casos se solucionan siguiendo estas líneas de actuación. Existen situaciones en las que el comportamiento de estos jóvenes supera el límite de lo tolerable y pone en riesgo la convivencia familiar. Cuando esto ocurre, es importante buscar la ayuda de profesionales expertos en psicología adolescente.

Aunque muchos padres y madres intentan por todos los medios retrasar esta circunstancia, en Adinfa sabemos bien que, llegado a cierto punto, lo mejor es contar con ayuda lo antes posible. Y es que un caso moderado siempre tiene mejor pronóstico y tratamiento que uno grave. De ahí que recomendemos a las familias estar atentas a ciertas señales de alarma para saber si tienen hijos conflictivos:

  • Cambios bruscos de comportamiento sin motivación aparente.
  • Ausencias continuadas de casa fuera de las horas estipuladas.
  • Fumar en el hogar sin permiso de los padres.
  • Consumir alcohol o drogas.
  • Altercados con el personal educativo en la escuela o con la policía.
  • Sustracción de dinero o de objetos de valor en el hogar.
  • Comportamiento airado e incluso agresivo con otros miembros de la familia.

Estos y otros indicativos similares, sobre todo cuando se repiten, deben hacer saltar rápidamente las alarmas y ponernos en búsqueda de ayuda profesional.

En este sentido, recuerda que desde Adinfa tenemos una amplia experiencia tratando con adolescentes rebeldes y conflictivos. Desde aquí puedes ver mejor qué hacemos tanto en nuestro centro diurno como en la Clínica Adinfa.

Si nos necesitas, puedes contactarnos fácilmente por teléfono (954 426 029), móvil y WhatsApp (692 943 835), o por correo electrónico (adinfa@adinfa.es).